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revista Toldo 1-2014

La sombra es el lujo Hasta los años veinte los huecos, ocupaban menos de la cuarta par-te de las fachadas y estaban prote-gidos por un sin número de filtros que matizaban las relaciones con el exterior. La más importante de esas protecciones era la persiana que graduaba la entrada de sol y la luz. Fuera la popular enrollable de cuerda o la más urbana de lamas orientables, todos los huecos tenían su protección. Las lamas se podían recoger por yuxtaposición como en las venecianas o por plegado de ho-jas como en el popular librillo. Pero además la ventana tenía contraven-tanas y la decoración añadía corti-nas y visillos para matizar la luz y ver sin ser visto. Todos estos filtros se podían combinar para dar lugar a las precisas condiciones de confort que cada local y cada uso podían te-ner en la vivencia tradicional. Siglos de prueba y error han con-vergido en ese sofisticado sistema de protecciones fácilmente gradua-bles que dan a los interiores domés-ticos esa calidad de luz y sombra de la que todos tenemos algún recuer-do en la memoria. Hasta bien entra-do este siglo cualquier edificio que se preciase planteaba y resolvía el tema de la protección solar. Hace treinta años, la preocupación por la protección térmica todavía era muy significativa en la arquitec-tura española. La imagen, y el dis-frute, de la arquitectura de Coderch, por ejemplo, no se puede entender sin su referencia a la protección so-lar y las lamas orientables. Cuenta Lluís Clotet que en sus primeros años en el estudio de Federico Co-rrea el interés para visitar cualquier edificio se medía por la presencia de persianas como señal de que el ar-quitecto se había planteado los más importantes, y difíciles, problemas de la fachada: “no tiene persianas, no interesa”. técnica 33 toldo


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